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Ciberseguridad en un mundo digitalizado

En un mundo cada vez más digital, la ciberseguridad se ha convertido en una necesidad fundamental. Proteger nuestros dispositivos, datos e información personal de las amenazas cibernéticas es crucial para mantener nuestra seguridad y privacidad.

Recuerdo cuando era pequeño que, a la hora del recreo, siempre nos poníamos en fila con mucha ilusión y algo de ansiedad para ser elegidos por uno que sería el capitán de uno de los dos equipos que se formarían para jugar un partido de fútbol, sólo éramos chicos, en aquella época las chicas no solían jugar al fútbol. Yo era uno de los elegidos, pero había muchos que eran descartados, con la frustración y decepción que eso conllevaba ya que era un estigma, por lo que se ponían en otras zonas del patio a jugar, o con las niñas, o a otras cosas.

Si hiciera una comparación con lo que está ocurriendo a día de hoy con las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales, diría que nada ha cambiado, ya que todos y ahora todas, porque ahora las chicas ya juegan a todo, seguimos queriendo ser elegidos, viviendo como adictos necesitados de “likes” para formar parte de equipos y así sentirnos integrados, aceptados por los demás. Queremos que nos sigan, queremos gustar, queremos ser “popus” y para ello estamos dispuestos y dispuestas a todo por lo que, sin querer, se lo trasladamos a nuestros hijos de la misma manera.

Esta actitud temeraria ante la aprobación en busca del reconocimiento de los demás, tira por tierra nuestro instinto más primitivo y que nos hace protegernos de las amenazas, ese instinto de protegernos, de alejarnos del peligro y así sobrevivir. Nuestro deseo de reconocimiento y aceptación nos hace vulnerables a los depredadores y esos están ahora en Internet. Si como adultos no somos capaces de mantener nuestro instinto de protección y seguridad, ¿Cómo vamos a enseñar a nuestros pequeños, a nuestros jóvenes a protegerse en el entorno digital? Esa necesidad de aceptación hace que se tengan comportamientos absolutamente temerarios y que ponen en peligro los mínimos más básicos sobre nuestra intimidad, nuestra privacidad, etc. llegando en momentos a un grado de exposición poco, o nada habitual en un entorno que no es el digital.

Nuestros hijos y nuestras hijas, enganchados a la fiebre del gustar a todos por igual, se están olvidando de su intimidad, de su privacidad y de su autenticidad. Es función de los progenitores, es nuestra función, ineludible, como madres, como padres, como educadores, inculcar valores como la privacidad, la intimidad y ser capaces de dar las herramientas adecuadas a las nuevas generaciones nativas digitales para que sepan cuidar, apreciar y dar mucha importancia a lo que formará su vida digital. Hay que empezar a hablarles de identidad digital, de reputación online, de escalabilidad, del derecho al olvido y su dificultad, pero de su existencia. Todos estos temas deben ser obligatorios en el momento de iniciar a nuestros hijos en el uso de las nuevas tecnologías. Debe saber y así poder decidir, qué quieren que haya de ellos en Internet (fotos, audios, videos, etc.), qué quieren que se sepa de ellos, cómo quieren ser conocidos en las redes, qué contenido será su sello de identidad y qué hablaran de ellos en Internet y para ello tienen que conocer los términos de los que he hablado anteriormente.

Volviendo al pasado, donde quizá era más fácil educar, recuerdo que en las poblaciones pequeñas o no tan pequeñas, era muy importante que las personas no supieran todo lo que acontecía en la vida de las familias, siempre había habladurías, pero no eran certezas, por lo que era más fácil convivir y aunque siempre había quien quería hacer daño desprestigiando con habladurías, al final, sino había pruebas, pues sólo era un rumor, aún así en muchas ocasiones la persona o la familia de la que se había hablado quedaba estigmatizada, marcada con la habladuría. Ahora es exactamente igual, difama que algo queda, dicen las malas lenguas, el problema es que la difamación, en estos tiempos, cruza el océano en milésimas de segundo por lo que ya no se queda en el entorno cercano.

En resumen y basándome en todos los casos que llegan a la asesoría familiar, me atrevo a decir que, el mal uso, la ignorancia, la irresponsabilidad, la necesidad de aceptación, la rápida incorporación y el desconocimiento de la similitud que tienen las nuevas tecnologías, las redes sociales, Internet con la vida tradicional, por parte de las madres y los padres, hace que los más pequeños corran el riesgo de tener problemas relacionados con depredadores, haters, difamadores ya que es de vital importancia una buena formación e información respecto a Internet, redes sociales y nuevas tecnologías para transmitirla de unos a otros. Sólo así evitaremos el lado malo y haremos que prevalezca el lado bueno de la era digital.

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